lunes, 16 de enero de 2012

"El baile de los ahorcados", Arthur Rimbaud.

En la horca negra bailan, amable manco, 

bailan los paladines, 

los descarnados danzarines del diablo; 

danzan que danzan sin fin 

los esqueletos de Saladín .

¡Monseñor Belzebú tira de la corbata 

de sus títeres negros, que al cielo gesticulan, 

y al darles en la frente un buen zapatillazo 

les obliga a bailar ritmos de Villancico!



Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles: 

como un órgano negro, los pechos horadados , 

que antaño damiselas gentiles abrazaban, 

se rozan y entrechocan, en espantoso amor.



¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza , 

trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio, 

¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla! 

¡Furioso, Belzebú rasga sus violines!



¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta! 

Todos se han despojado de su sayo de piel: 

lo que queda no asusta y se ve sin escándalo. 

En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.



El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas; 

cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla: 

parecen, cuando giran en sombrías refriegas, 

rígidos paladines, con bardas de cartón.



¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos! 

¡y la horca negra muge cual órgano de hierro! 

y responden los lobos desde bosques morados: 

rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...



¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes 

que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos, 

un rosario de amor por sus pálidas vértebras: 

¡difuntos, que no estamos aquí en un monesterio! .



Y de pronto, en el centro de esta danza macabra 

brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto, 

llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita 

y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,



crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje 

con gritos que recuerdan atroces carcajadas, 

y, como un saltimbanqui se agita en su caseta, 

vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.



En la horca negra bailan, amable manco, 

bailan los paladines, 

los descarnados danzarines del diablo; 

danzan que danzan sin fin 

los esqueletos de Saladín.


Arthur Rimbaud. Poeta francés, niño prodigio. Siglo XIX. Parnasianista en un inicio, simbolista al final. Movimientos líricos antirrealistas en los que la realidad es un mero punto de apoyo para mover el mundo.
He de confesar que la poesía nunca ha sido mi género literario preferido, aunque hoy en clase de Literatura Universal, mientras una compañera mía leía unos cuantos versos de Rimbaud, éste poema en concreto me encantó. Lástima que el ritmo se pierda un poco al traducirse. Aún así, me sigue pareciendo magnífico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario